Aquí estoy de nuevo, en mi primera entrada del mes de Octubre y tras la primera semana de clase. La semana podría resumirse en una palabra: agotadora (y no precisamente porque hayamos tenido mucho trabajo). Como ya comenté en la entrada anterior, el horario es duro y el cuerpo aún no se acostumbra a levantarse a las 6 de la mañana y a salir a las 3 de la tarde todos los días, aunque esta semana, entre presentaciones y cambios de clase, hemos podido salir antes algún que otro día. Lo peor durante la semana, ha seguido siendo esas 4 horas de no hacer nada todas las mañanas, que menos mal que aprovechábamos para hablar (los que me conocéis, sabéis que conmigo la conversación nunca acaba).
Mañana por fin comienzan las prácticas; no pintan demasiado entretenidas para mi grupo, que comienza con las que se dan en forma de seminarios, es decir, que los pacientes están más bien lejitos. No obstante, me he podido llevar una gran alegría con las rotaciones de pediatría que comienzo en noviembre: urgencias pediátricas y neonatología, y esta última con un gran médico. Ya os contaré más.
Y entre clase y clase, pues me han llegado los 23 añitos... Afortunadamente, cada año lo hago rodeada de más gente a la que aprecio y a la que quiero, y este año no podía ser menos. Desde aquí, dar las gracias a todos mis compañeros y amigos porque sin vosotros, no sería la misma. Os quiero.
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